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  • Norman L. Geisler

Análisis y Evaluación de la Apologética Presuposicional de Cornelius Van Til


Cornelius Van Til (1895-1987) nació en Holanda, emigró a los Estados Unidos como un niño, y creció en una granja en Indiana. Asistió a Calvin College y Princeton Seminary. Después de pastorear una iglesia de Michigan, fue profesor de apologética en el Seminario Teológico de Westminster desde su fundación en 1929 hasta su retiro en 1972. Francis Schaeffer fue uno de los estudiantes que adoptó una forma de presuposicionalismo bajo su influencia.

Las visiones de Van Til sobre la apologética son expresadas en The Defense of the Faith (1955; rev. 1963); The Protestant Doctrine of Scripture (1967); A Survey of Christian Epistemology (1969); A Christian Theory of Knowledge (1969); Introduction to Systematic Theology (1969); The Great Debate Today (1971); The Defense of Christianity & My Credo (1971); Common Grace and the Gospel (1972); Introduction to Systematic Theology (1974); Christian Apologetics (1975); Christian-Theistic Evidences (1976); y dos obras sin fecha, Why I Believe in God, que es un resumen de Van Til de su propia visión. Otros escritos significativos incluyen una introducción a una edición de Inspiration and Authority of the Bible de B. B. Warfield, y un ensayo, “My Credo,” en Jerusalem and Athens (1971). [En la Bibliografía están los títulos traducidos al español]

Filosofía de la Apologética. En una sucinta declaración de sus propias visiones, Van Til dividió su filosofía de la apologética en tres áreas principales: “mi problema con el ‘método tradicional,’” “mi entendimiento de la relación entre el cristiano y el no-cristiano, filosóficamente hablando” y “mi propuesta de una metodología sistemáticamente cristiana de apologética.”

Apologética “Tradicional." Van Til encontró siete problemas en la apologética clásica:

  1. Compromete a Dios manteniendo que su existencia es sólo “posible,” aunque “altamente probable,” más que ontológica y “racionalmente” necesaria.

  2. Compromete el consejo de Dios al no entenderlo como la “causa” definitiva todo-inclusiva de todo lo que sucede.

  3. Compromete la revelación de Dios en su necesidad, su claridad, su suficiencia y su autoridad.

  4. Compromete la creación humana como el portador de la imagen de Dios al conceptualizar la creación y el conocimiento humanos como independientes del Ser y del conocimiento de Dios. Los seres humanos no necesitan “pensar los pensamientos de Dios después de él.”

  5. Compromete la relación de pacto de la humanidad con Dios al no entender la acción representativa de Adán como absolutamente determinante del futuro.

  6. Compromete la pecaminosidad resultante del pecado de Adán al no entender la depravación ética como extendiéndose a toda la vida, incluso a los pensamientos y actitudes.

  7. Compromete la gracia de Dios al no entenderla como requisito previo necesario para la “renovación del conocimiento.” Desde la visión tradicional, los hombres y las mujeres deben renovarse al conocimiento por el “uso correcto de la razón.”

Cristianos y No-Cristianos Juntos. Van Til hace cuatro puntos básicos acerca de la relación de la fe y la razón. Cada uno revela algo sobre la naturaleza de su enfoque apologético.

Ambos tienen presuposiciones sobre la naturaleza de la realidad.

El cristiano presupone un Dios trino y su plan redentor para el universo, tal como se establece una vez para siempre en la Escritura.

El no-cristiano presupone una dialéctica entre el “azar” y la “regularidad,” la primera explicando el origen de la materia y la vida, la última explicando el éxito actual de la empresa científica.

Ni los cristianos ni los incrédulos pueden, como seres finitos, usar la lógica para decir lo que la realidad debe o no puede ser.

El cristiano intenta entender el mundo mediante la observación y la ordenación lógica de los hechos. Esto se hace en sujeción autoconsciente al plan del Cristo de la Escritura auto-atestiguado.

El no-cristiano, mientras intenta entender a través de la observación, intenta usar la lógica para destruir la posición cristiana. Apelando a la no-racionalidad de la “materia,” el incrédulo dice que el carácter casual de los “hechos” atestigua de manera concluyente contra la cosmovisión cristiana. Entonces el no-cristiano sostiene que la historia cristiana no puede ser verdad. Cada ser humano debe ser autónomo. La “lógica” debe legislar lo que es “posible,” y la posibilidad debe excluir a Dios.

Ambos afirman que su posición es “de acuerdo con los hechos.”

El cristiano afirma esto sobre la base de la experiencia a la luz de la revelación del Cristo auto-atestiguado en la Escritura. Tanto la uniformidad como la diversidad de los hechos tienen en su fundamento el plan todo-abarcador de Dios.

El no-cristiano afirma esto después de interpretar los hechos y la experiencia personal a la luz de la autonomía humana. El incrédulo descansa sobre la última “entrega” del mundo y la amaneabilidad de la materia a la mente. Ningún hecho puede negar la autonomía humana o atestiguar un origen divino del mundo y de la humanidad.

Ambos afirman que su posición es “racional.”

El cristiano afirma que la posición de la fe es autoconsistente. Lo aparentemente inexplicable puede ser explicado a través de la lógica racional y la información disponible en la Escritura.

El no-cristiano puede o no puede afirmar que los hechos son totalmente auto-consistentes y de acuerdo con la racionalidad definitiva del cosmos. Aquel que afirma la total autoconsistencia se verá incapacitado cuando se trata de explicar la “evolución” naturalista. Si los seres racionales y un mundo racional surgieran del puro azar y de la irracionalidad definitiva, tal explicación no es en realidad explicación. Una base en la aleatoriedad irracional destruye la predicación.

Un Método Consistentemente Apologético. La propia visión positiva de Van Til propone:

  • que usamos el mismo principio en la apologética que usamos en la teología–el Cristo auto-atestiguado y autoexplicativo de la Escritura.

  • que ya no apelamos a “nociones comunes” sobre las cuales cristianos y no-cristianos puedan estar de acuerdo. Su “terreno común” es que cada persona y el mundo de cada persona son lo que las Escrituras dicen que son.

  • que apelamos a los seres humanos como portadores de la imagen de Dios. Para ello establecemos la autonomía racional de los no-cristianos contra la dependencia cristiana. El conocimiento humano depende del conocimiento de Dios, tal como se revela en la persona y por el Espíritu de Cristo.

  • que afirmamos, por tanto, que sólo el cristianismo es razonable. Es totalmente irracional tener otra posición que la del cristianismo. Sólo el cristianismo no sacrifica la razón en el altar del “azar.”

  • que argumentamos, por lo tanto, mediante “presuposición.” El cristiano, al igual que Tertuliano, debe impugnar los principios mismos de la posición de un oponente. La única “prueba” de la posición cristiana es que, a menos que se presuponga su verdad, no hay posibilidad de “probar” nada. El estado de cosas proclamado por el cristianismo es el fundamento necesario para la “prueba” misma.

  • que predicamos con el entendimiento de que la aceptación del Cristo de la Escritura se produce sólo cuando el Espíritu Santo usa evidencia ineludible y clara para abrir los ojos de un pecador que huye para ver las cosas como realmente son.

  • que presentamos el mensaje y la evidencia para la posición cristiana lo más claramente posible. Porque un ser humano es lo que el cristiano dice que él o ella es, el no-cristiano puede entender intelectualmente los asuntos implicados. Hasta cierto punto, el mensaje cristiano dice lo que el incrédulo ya sabe, pero busca suprimir. Este recordatorio provee una tierra fértil para el Espíritu Santo. Según la gracia soberana de Dios, el Espíritu puede conceder al no-cristiano el arrepentimiento y el conocimiento de aquel que es la vida eterna.

Presuposicionalismo Revelacional. El Rechazo de la Apologética Clásica. Van Til rechaza la apologética clásica, que él llama el método “tradicional.” En su lugar sustituye por una apologética presuposicional. Él cree que la apologética clásica de Tomás de Aquino se basa en la autonomía humana. “Sobre esta base no existe un verdadero punto de contacto con la mente del hombre natural… La revelación de un Dios autosuficiente no puede tener sentido para una mente que se considere a sí misma como definitivamente autónoma.” El problema es “cómo se puede saber que el Dios de la razón y el Dios de la fe son los mismos” (Defense of the Faith, 73, 94, 127). Describió el método tomista como “una posición a medio camino entre el cristianismo y el paganismo.” Los argumentos teístas son inválidos y, en todo caso, no conducen a la “trinidad ontológica autónoma de la Escritura.” La apologética tomista reduce el Evangelio a través del racionalismo para hacerlo aceptable al hombre natural (Great Debate Today, 91).

Insistió en que, a menos que el Dios de la Biblia sea el fundamento de la experiencia humana, la experiencia opera en un vacío (Common Grace and the Gospel, 192). Así Van Til comienza con el Dios Triuno y su auto-revelación en la Sagrada Escritura. Así, su posición ha sido llamada presuposicionalismo revelacional.

El Método Apologético de Van Til. El método de implicación. Al principio de su carrera, Van Til llamó a su apologética un “método de implicación” (Survey of Christian Epistemology, 6-10; 201-2). John Frame dijo que la frase sugería a Van Til una combinación de enfoque inductivo y deductivo. Lo general tiene prioridad sobre el particular (Frame, Cornelius Van Til, 311).

Razonamiento por presuposiciones. En sus escritos posteriores, Van Til llama típicamente a su método “razonamiento por presuposición” (ibid., 312). Afirmó que “argumentar por presuposición es indicar cuáles son los principios epistemológicos y metafísicos que subyacen y controlan el método propio.” Los problemas no pueden ser resueltos apelando a “hechos” o “leyes” mutuamente acordados. Las cosmovisiones están demasiado lejos para eso. Lo que hay que buscar en ambos lados es un punto de referencia final que puede hacer inteligibles los hechos y las leyes (Defense of the Faith, 99-100).

El punto de referencia de Van Til es tan dependiente de la Escritura que se ha llamado presuposicionalismo revelacional. Rechaza el presuposicionalismo racional de Gordon H. Clark, creyendo que su énfasis en la ley de no-contradicción no es subordinado a la soberanía de Dios. Del mismo modo, Van Til estaba en desacuerdo con el presuposicionalismo de Edward John Carnell, conocido como consistencia sistemática. La consistencia sistemática combina la ley de no-contradicción, la evidencia factual, y la suficiencia existencial como pruebas de la verdad.

El Método Indirecto. Van Til describió el método como “indirecto” para distinguirlo de los argumentos “directos” evidenciales clásicos. Fue indirecto porque mostró la verdad del cristianismo mostrando la contradicción en visiones opuestas. La posición de un oponente se reduce a una absurdidad. Frame añade que esto sugiere “un modelo como el del argumento indirecto en matemáticas. En ese modelo, se demuestra una proposición asumiendo lo opuesto” (Frame, Cornelius Van Til, 313-14).

Método externo e interno. El método apologético de Van Til es tanto externo como interno. El argumenta:

Debemos dirigirnos al incrédulo siempre desde nuestro propio compromiso presuposicional. De ese compromiso, sin embargo, podemos legítimamente examinar las presuposiciones de los incrédulos y decirles nuestra evaluación de ellos, cómo se miran desde nuestro punto de vista… Esta crítica es “externa” en el sentido de estar basada en criterios fuera del propio sistema de pensamiento del incrédulo… Pero puede llegar a ser “interno” en otro sentido, cuando le preguntamos al incrédulo cómo, incluso desde su propio punto de vista, es capaz de dar cuenta de la inteligibilidad del mundo… Nuestra crítica nunca será puramente interna, puramente del punto de vista del incrédulo; siempre será externa en el sentido de que está determinada por el punto de vista cristiano. De lo contrario, estaríamos… ahogándonos con el que rescataríamos” (ibid., 322).

Trascendental. Aquellos familiarizados con Immanuel Kant entienden un argumento trascendental. Van Til también afirmó que “el método de implicación también puede ser llamado un método trascendental… Un argumento verdaderamente trascendental toma cualquier hecho de experiencia que quiera investigar, e intenta determinar cuáles deben ser las presuposiciones de tal hecho para hacerlo lo que es.” El argumento trascendental busca una epistemología fundacional para el conocimiento. Van Til observa que esto siempre presupone que existe de hecho una fundación (Survey of Christian Epistemology, 10, 11).

Robert Knudsen, en su ensayo “Tendencias Progresivas y Regresivas en la Apologética Cristiana” (en Jerusalem and Athens), señaló que el método trascendental ganó ascendencia después de que David Hume socavara la metodología tradicional. Greg Bahnsen defendió el método trascendental en su ensayo “La Reformación de la Apologética Cristiana” (en North, Foundations of Christian Scholarship, 191-239). Sin embargo, Van Til nunca realmente explicó cómo su argumento trascendental actualmente funciona. No obstante, afirmó que “el único argumento para un Dios absoluto que sostiene el agua es un argumento trascendental” (Defense of the Faith, 11).

Van Til dijo que los argumentos inductivos y deductivos están vinculados al universo. “En cualquier caso, no hay más que una regresión infinita.” Siempre es posible preguntar: “Si Dios hizo el universo, ¿quién hizo a Dios?” Sin embargo, a menos que hubiera un Dios absoluto, las mismas preguntas y dudas del escéptico no tendrían sentido. En algún punto cada base epistemológica depende de la existencia de Dios. El argumento trascendental busca descubrir esa fundación presupuesta (Survey of Christian Epistemology, 11). Así, el trascendentalismo y el presuposicionalismo son uno. Pues, de acuerdo con Van Til, es transcendentalmente necesario presuponer un Dios Triuno revelado en la Sagrada Escritura para dar algún sentido al mundo. Sin esta presuposición necesaria, ningún pensamiento o significado es posible.

El método reductio ad absurdum. Frame reconoció tres elementos en este método: Primero, busca mostrar que toda inteligibilidad depende o presupone el teísmo cristiano. Segundo, es indirecto más bien que directo, negativo más que positivo, esencialmente un reductio ad absurdum. Tercero, cada participante en la discusión debe ser capaz de ponerse en la posición opuesta por el bien del argumento para ver cómo funciona (Frame, Cornelius Van Til, 314-15). De acuerdo con Frame, “el incrédulo provee las premisas del argumento indirecto, las premisas que el creyente luego reduce a la absurdidad” (ibid., 315). Una vez que el incrédulo provee la premisa del argumento indirecto, el creyente muestra que implica la dialéctica racional-irracionalista. El sistema del incrédulo aplica inevitablemente leyes puramente abstractas a hechos irracionales. El pensamiento racional es imposible.

Dos cosas suceden en el uso del método: “El cristiano asume la corrección del método opuesto, luego lo lleva a sus implicaciones finales para demostrar que sus ‘hechos’ no son hechos y las ‘leyes’ no son leyes. Se pide al no-cristiano que asuma la posición cristiana por argumento y se demuestre que sólo estos ‘hechos’ y ‘leyes’ parecen inteligibles” (Defense of the Faith, 100-101). Se señala que “el no-cristiano mismo refuta su propio irracionalismo, pues a pesar de su filosofía sigue viviendo como si el mundo fuera un lugar racional. Así, la mente del incrédulo es parte de la revelación de Dios, testificando contra su defensa irracionalista” (Frame, Cornelius Van Til, 322).

Conceptos Clave. Una comprensión del enfoque de Van Til depende del significado de ciertos conceptos clave.

La Soberanía de Dios. Van Til es ante todo un teólogo reformado. Aparte del control soberano de Dios sobre el universo y su revelación para nosotros, no conoceríamos absolutamente nada. Los hechos y las leyes son lo que son debido al plan de Dios. El decreto de Dios “es el poder final y exclusivamente determinante de todo lo que sucede.” Es la fuente (Defense of the Faith, 11; Christian Apologetics, 11; Introduction to Systematic Theology, 247).

Terreno Común. Puesto que toda la verdad es de Dios y nada tiene sentido aparte de él, no hay un fundamento epistemológico intelectual común que compartir con los incrédulos. En lugar de ese fundamento, establecimos el Cristo auto-atestiguado y autoexplicativo de la Escritura. Ya no apelamos a un terreno común, sino a la verdadera base común de que todo ser humano es un portador de la imagen que está haciendo negocios con Dios en algún nivel.

Hechos Brutos. Un “hecho bruto” es un hecho que carece de sentido porque no es interpretado por Dios. Representa un universo de pura casualidad. Los hechos brutos asumen la autonomía humana y toman su punto de partida fuera de la revelación soberana de Dios de sí mismo. Van Til afirma que los cristianos deben apelar a los hechos interpretados por Dios, pero nunca a los hechos brutos (Christian-Theistic Evidences, 51, 57; Frame, Cornelius Van Til, 180).

Debido a su punto de partida presuposicional, a veces se asume erróneamente que Van Til no cree en la validez de la apologética histórica tradicional. Dice: “Me ocuparía de la apologética histórica.” La investigación histórica tarde o temprano reivindicará la verdad de la posición cristiana. “Pero yo no hablaría interminablemente sobre los hechos y más hechos sin desafiar jamás la filosofía de los hechos de los incrédulos. Una apologética histórica realmente fructífera sostiene que todo hecho es y debe ser tal como prueba la verdad de la posición cristiana” (Christian Theory of Knowledge, 293). Todos los hechos deben ser interpretados dentro del marco de la cosmovisión cristiana presupuesta revelada en la Biblia, o están contaminados por su rechazo a la revelación de Dios.

Depravación Humana. Como resultado del pecado de Adán, la raza humana es radicalmente depravada y así ve todo con una perspectiva torcida, un “ojo ictérico.” Estando “muerto” en pecados, los seres humanos caídos son incapaces de “conocer” con precisión cualquier cosa en su contexto de realidad hasta que el Espíritu Santo abre sus ojos en el proceso de salvación. Con Juan Calvino, Van Til equilibra el reconocimiento de la gracia común de Dios al no-creyente con la idea de que el pecado vicia la mente del incrédulo. Ni siquiera el más erudito científico no-cristiano puede verdaderamente entender la realidad (Defense of the Faith, cap. 15). “El hombre natural no puede querer hacer la voluntad de Dios. Ni siquiera sabe lo que es bueno” (ibid., 54). Los efectos noéticos del pecado son totales y devastadores.

Analogía y Paradoja. Incluso una mente regenerada sólo conoce el conocimiento de Dios por analogía. En ningún momento nuestro conocimiento es unívoco con el de Dios. Siempre que la criatura intenta entender la realidad divina, se encuentra con “paradojas” o contradicciones aparentes. Van Til argumenta que “puesto que Dios no es completamente comprensible para nosotros, estamos obligados a entrar en lo que parece ser contradicción en todo nuestro conocimiento. Nuestro conocimiento es analógico y por lo tanto debe ser paradójico” (Defense of the Faith, 61). Dios es tan soberanamente trascendente por encima de la comprensión humana que sería blasfemo para nosotros suponer que podemos conocer la forma en que Dios conoce. Incluso nuestro conocimiento sobrenaturalmente iluminado es sólo análogo al de Dios. Esta visión de la mente constantemente mantiene dos ideas al frente: (1) la distinción entre Creador y criatura y (2) la soberanía del Creador sobre la criatura (Frame, Cornelius Van Til, 89). Por estas razones nuestro conocimiento debe ser analógico. Nuestro conocimiento se deriva del conocimiento original en el pensamiento de Dios. El humano debe intentar pensar los pensamientos de Dios después de él. “Pero esto significa que debe, al tratar de formar su propio sistema, estar constantemente sujeto a la autoridad del sistema de Dios en la medida en que esto se le revele” (Christian Theory of Knowledge, 16).

Evaluación. Contribuciones Positivas. Pocos apologistas han insistido de manera más franca y valiente en la soberanía de Dios como Van Til. A menos que Dios soberanamente quiera revelarse, estaríamos en completa ignorancia. La revelación, ya sea general o especial, es la fuente de toda verdad.

Mientras algunos sistemas apologéticos dan un reconocimiento a la finitud del hombre, pocos dan reconocimiento explícito a la depravación humana y la incapacidad asociada con la depravación. El pecado tiene un efecto sobre toda persona, incluyendo la mente. Van Til vio esto tan claramente que cualquier apologista.

Van Til defendió las leyes formales de la lógica en principio y práctica. Creía que las leyes de la lógica eran las mismas tanto para el Creador como para las criaturas. Sin embargo, formalmente debido al pecado no se entienden ni se aplican de la misma manera. No era un irracionalista.

Van Til ofreció un fuerte argumento para el cristianismo. Él lo consideró como “prueba” y rechazó otras visiones por debilitar su defensa a meros argumentos “probables.”

Parece apropiado reconocer que hay validez en un enfoque trascendental. Lo que a menudo se describe como un argumento autodestructivo es sorprendentemente similar al enfoque de Van Til. Hay ciertas precondiciones racionalmente necesarias para el significado, y hacen, como argumentó Van Til, exigir que planteemos la existencia de un Dios teísta.

Van Til creyó en la evidencia histórica y hasta le dedicó un libro, Christian-Theistic Evidences. A diferencia de su compañero apologista reformado (pero antagonista personal) Gordon H. Clark, Van Til no era un escéptico empírico. Creía en la validez de la evidencia histórica para el cristianismo, pero sólo como se entiende de la presuposición de la revelación bíblica.

Además, a diferencia de Clark, Van Til vio correctamente que nuestro conocimiento de Dios es sólo análogo. Creer lo contrario es presuntuoso, si no blasfemo. Los seres finitos sólo pueden conocer de una manera finita. Afirmar que ellos conocen infinitamente, como lo hace Dios, es deificar nuestro conocimiento.

A menudo pasado por alto por los no-presuposicionalistas es el valor práctico de un enfoque presuposicionalista. Los no-cristianos presuponen implícitamente (e incluso inconscientemente) los principios básicos de una cosmovisión teísta para darle sentido al mundo. Señalar esto desacredita su cosmovisión y los invita a considerar el valor positivo de la cosmovisión cristiana. Sin duda, la eficacia de Schaeffer para hacer esto es resultado de su estudio bajo Van Til.

Negativas en la Apologética de Van Til. Algunas críticas de Van Til parecen basarse en malentendidos, pero otros parecen ser válidos.

Incluso defensores sinceros como John Frame, al tiempo que defienden la validez general del método de Van Til, admiten que él va demasiado lejos al exigir que todo argumento apologético encaje en el patrón único (Frame, Cornelius Van Til, 315). Frame señala correctamente que se puede necesitar argumentos más tradicionales para hacer que el argumento general de Van Til funcione. “Para demostrar que una visión no-cristiana del movimiento y reposo es ininteligible, podemos encontrar necesario usar una prueba teísta de movimiento como la de Aquino. Argumentaríamos que si el movimiento debe ser explicado inteligiblemente, Dios debe existir” (ibid., 318).

Probar la conclusión de Van Til, escribe Frame, requiere un argumento complejo para demostrar que la comunicación inteligible presupone el teísmo bíblico. “Un apologista vantiliano tendría que entrar en algún detalle al demostrar que la inteligibilidad requiere una igualdad definitiva de uno y muchos, y que tal igualdad definitiva a su vez presupone la Trinidad ontológica… Creo que la conclusión de Van Til es mejor descrita como una meta de la apologética… No es realista esperar que todo el teísmo cristiano pueda establecerse en un solo encuentro, y mucho menos en un solo argumento de silogismo” (ibid.).

Van Til asume erróneamente que su visión es un enfoque puramente indirecto (negativo). No hay una demarcación clara entre argumentos directos e indirectos. La mayoría de los argumentos se pueden poner en cualquiera de las dos formas. Frame resume la apologética de Van Til:

  • Si Dios no existe, el mundo es ininteligible.

  • Si Dios no existe, el mundo es ininteligible.

  • Por lo tanto, el mundo es ininteligible (ibid., 318).

Puesto que se acepta que el mundo es inteligible, entonces Dios debe existir. Sin embargo, Frame señala que el mismo argumento puede expresarse en una forma positiva:

  • Si el mundo es inteligible, Dios existe.

  • El mundo es inteligible.

  • Por lo tanto, Dios existe (ibid.).

Las protestas de Van Til a lo contrario, no puede evitar dar un argumento apologético positivo. Siendo éste el caso, gran parte del rechazo de Van Til contra la apologética clásica se evapora.

Van Til malinterpreta el método tradicional de la apologética, por lo que lo critica erróneamente por visiones muy similares a las suyas. Frame dice que cuestiona si el razonamiento trascendental es muy diferente del razonamiento tradicional, especialmente porque los argumentos tradicionales pueden ser necesarios para profundizar este enfoque (ibid., 45). Frame es perspicaz al señalar que el presuposicionalismo revelacional es sorprendentemente similar a los enfoques tomistas. Aquino estaría de acuerdo con Van Til:

  • que en el ámbito del ser (metafísica), la lógica es dependiente de Dios y no Dios de la lógica (Summa contra Gentiles, 1.7, 3.47, 1a, 105, 3).

  • que la existencia de Dios es ontológicamente necesaria (Summa Theologica, 1a.2, 3).

  • que sin Dios nada puede ser conocido o probado verdadero (ibid., 1a, 16, 1-8, 1a2ae, 109, 1).

  • que la base de la verdad cristiana no es ni la razón ni la experiencia sino la autoridad de Dios expresada en la Escritura (On Truth, 14.8-9; Summa contra Gentiles, 2a2ae, 2, 10; On the Trinity, 2.1, ad).

  • que la depravada naturaleza humana reprime deliberadamente la revelación de Dios en la naturaleza (Summa contra Gentiles, 1a2ae, 77, 4, 83, 3, 84, 2, 1a2ae, 109, 1-10).

Van Til se queja de que la apologética tradicional compromete la certeza acerca de Dios. Busca una prueba absolutamente segura del teísmo cristiano (Defense of the Faith, 103-4). Sin embargo, “el propio Van Til admite que nuestro argumento apologético puede no ser adecuado para establecer esa conclusión,” escribe Frame. “Si el argumento nunca se afirma lo suficiente como para justificar la certeza de sus conclusiones, entonces ¿sobre qué base pueden los apologistas reclamar la certeza de su argumento?” (Frame, Cornelius Van Til, 277). Van Til exagera el caso cuando parece insistir en que cada argumento debe ser certero. La evidencia no es menos convincente en un argumento de alta probabilidad (ibid., 279).

Van Til no era un tomista disfrazado, pero tanto conocía menos de Aquino y estaba más cerca del pensamiento tomista de lo que él comprendía. Una diferencia básica entre Van Til y Aquino es que, si bien ambos están de acuerdo ontológicamente en que toda verdad depende de Dios, Van Til falla en apreciar plenamente que el hombre finito debe preguntar epistemológicamente cómo sabemos esto. En esto confunde el ámbito del ser y el ámbito del conocer.

Ya sea que hay una base racional para conocer o no la hay. Pero no se puede pasar por alto la pregunta y simplemente presuponer al Dios teísta. Las presuposiciones no pueden ser arbitrarias. Si argumentamos, como Van Til sugirió que deberíamos, que el teísmo cristiano es una posición racionalmente necesaria, es difícil ver en qué bases racionales se podría criticar a Aquino por proporcionarle apoyo racional. ¿Cómo sabe Van Til que la posición cristiana es verdadera? Si Van Til contestó, como parece en sus escritos: “Porque es la única visión verdaderamente racional,” tal vez Aquino contestaría: “Eso es lo que creo. Bienvenido, querido hermano, al club bi-milenial de los teístas racionales.”

Van Til va más lejos que la mayoría de los teólogos reformados, que ellos mismos toman una postura más fuerte que otras teologías protestantes, con respecto a los efectos noéticos de la depravación radical. Incluso algunos de los defensores más fuertes de Van Til admiten una exageración en su formulación. Hablando de la afirmación de Van Til de que “toda la actividad interpretativa de los incrédulos da como resultado falsas conclusiones,” Frame responde que por implicación Van Til niega la gracia común misma (Frame, Cornelius Van Til, 194). Añade: “Las formulaciones antitéticas extremas [de Van Til] son inadecuadas sin calificación considerable.” Este entendimiento afirma que el incrédulo literalmente nunca hace una declaración correcta. Incluso la respuesta a un problema matemático es incorrecta porque representa una visión falsa de cómo el universo funciona matemáticamente. Frame considera simplista sostener que los efectos noéticos del pecado equivalen a una falsificación proposicional de cada enunciado del incrédulo (ibid., 211).

Van Til también sugiere que la depravación humana se muestra tanto o más en las discretas declaraciones que hace el no-creyente que en la dirección de la vida. Y no se puede decir que la negación de la verdad por parte del incrédulo afirma en cierto modo la verdad (ibid., 207).

De hecho, Van Til mismo ofrece declaraciones incompatibles con su propia antítesis entre el conocimiento de los creyentes y los no-creyentes. Él insta a “que presentemos el mensaje y la evidencia para la posición cristiana lo más claramente posible, sabiendo que como el hombre es lo que el cristiano dice que es, el no-cristiano podrá entender en un sentido intelectual los asuntos involucrados” (“My Credo”). Van Til dice incluso de los incrédulos: “Él tiene en sí el conocimiento de Dios en virtud de su creación a imagen de Dios.” Pero Van Til se apresura a decir en la frase siguiente: “Pero esta idea de Dios es suprimida por su principio falso, el principio de autonomía” (Defense of the Faith, 170). Este principio es el “ojo ictérico” por el cual todo conocimiento es distorsionado y falso. Pero, ¿cómo puede entender las cuestiones incluso en un sentido intelectual si no hay hechos, terreno o conocimiento comunes de ningún tipo–si ve todo con un ojo ictérico?

Van Til vio esta tensión en su propia opinión. Habla de ello como un “punto difícil.” “No podemos dar una explicación totalmente satisfactoria de la situación tal como actualmente se obtiene” (Introduction to Systematic Theology, 15). Si los seres humanos caídos realmente ven todo con un “ojo ictérico,” de modo que ni siquiera pueden entender la verdad de la revelación general o del evangelio, no son moralmente responsables. Pero las Escrituras dicen que están “sin excusa” (Romanos 1:19-20; 2:12-15). De hecho, Adán y Eva estaban “muertos en delitos y pecados” (cf. Efesios 2:1) en el instante en que tomaron del fruto prohibido (Génesis 3:6; Romanos 5:12). Sin embargo, ellos oyeron y entendieron a Dios cuando habló (Génesis 3:9-19).

Un error común del presuposicionalismo reformado es equiparar la figura lingüística muerto con el concepto aniquilado, un error que afortunadamente no hacen cuando se habla de la “segunda muerte” (Apocalipsis 20:14). La muerte en la Escritura se entiende mejor en términos de separación, no de aniquilación. El profeta dijo: “Vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios” (Isaías 59:2 RV1960). La muerte espiritual es la falta de vida espiritual; no es la falta de vida humana, que implica tanto la actividad racional como la volitiva. De hecho, “muerto” no es la única figura lingüística usada en la Biblia para describir a la humanidad caída. Enferma, ciega, contaminada y coja también se usan. Pero ninguna de ellas implica una persona totalmente incapaz de comprender la revelación de Dios. Muchos teólogos reformados no-presuposicionalistas, entre ellos Jonathan Edwards, B. B. Warfield, John Gerstner y R. C. Sproul, creen tan firmemente en la depravación radical sin aceptar esta visión sesgada de los efectos noéticos del pecado. La depravación puede entenderse como una incapacidad para iniciar o alcanzar la salvación sin la gracia de Dios.

En esta misma conexión, los presuposicionalistas reformados a menudo malinterpretan 1 Corintios 2:14 para significar que los incrédulos ni siquiera pueden entender la verdad de Dios antes de ser regenerados. Además de la evidente dificultad de que tendrían que salvarse antes de creer (lo contrario de lo que dice la Biblia en textos como Juan 3:16, 36; Hechos 16:31; y Romanos 5:1), esto malinterpreta el pasaje. Tampoco ayuda establecer un orden de eventos en la salvación para afirmar que la persona que es salva es regenerada antes de ser justificada, ya que se es colocado en el reino de Dios por la regeneración (Juan 3:3; Tito 5:5). La palabra griega para “recibir” (dekomai) significa “dar bienvenida.” No significa que no entiendan. Perciben claramente pero no reciben dispuestamente (Romanos 1:19-20). Como consecuencia, no conocen las verdades por experiencia. El hecho de no entender estas verdades conduce a un malentendido de los efectos del pecado sobre la mente no regenerada.

Es un supuesto por Van Til que un argumento trascendental evita los efectos de la depravación a los que están sometidos los argumentos apologéticos tradicionales. Pero ¿por qué no debe el pecado conducir al incrédulo a reprimir la fuerza de un argumento trascendental tanto como cualquier otro razonamiento o evidencia (Frame, Cornelius Van Til, 200)? Aquí el enfoque trascendental pierde una ventaja promocionada sobre la apologética clásica.

Este mismo punto se aplica al rechazo de Van Til de una revelación general llena de contenido, sobre la cual se basan los argumentos teístas tradicionales. A menudo se afirma que los efectos del pecado en la revelación general hacen necesaria una revelación sobrenatural. Pero el pecado tiene igualmente efectos viciados sobre la revelación sobrenatural, como lo demuestran todas las denominaciones, sectas y cultos cristianos que reclaman la misma revelación sobrenatural pero la interpretan de formas radicalmente diferentes. Por lo tanto, presuponer un punto de partida en la Sagrada Escritura no ofrece en sí ninguna ventaja sobre comenzar desde la revelación general, como lo hace la apologética clásica. Los efectos noéticos del pecado no desaparecen simplemente porque se gira la cabeza de la naturaleza hacia la Biblia.

La visión de Van Til de la Trinidad implicaba dos proposiciones aparentemente opuestas: Dios es una persona; Dios es tres personas. Nunca distingue claramente entre los dos sentidos del término persona. La doctrina de Van Til de la Trinidad “comienza con una afirmación de los antiguos credos y las confesiones reformadas” (Frame, Cornelius Van Til, 63). Sin embargo, Van Til continúa diciendo que “por lo tanto afirmamos que no hemos afirmado la unidad y la trinidad de exactamente la misma cosa. Sin embargo, esta no es toda la verdad del asunto. Afirmamos que Dios, es decir, toda la Divinidad es una persona” (Introduction to Systematic Theology, 229). Así que “Dios no es simplemente una unidad de personas; Él es una persona” (Frame, Cornelius Van Til, 65).

Este es un movimiento teológico que ningún credo ortodoxo, confesión o padre principal de la iglesia nunca tomó antes. El discípulo de Gordon H. Clark, John Robbins, llegó a llamarla “una nueva herejía radical” (Robbins, 20). La objeción más común, sin embargo, es que viola la ley de no-contradicción. Los defensores señalan que Van Til nunca llama a la doctrina de la Trinidad “contradictoria,” sino que la encuentra “aparentemente contradictoria” (Common Grace and the Gospel, 9). Tampoco niega la visión tradicional de que Dios es uno en esencia y tres en persona; Él dice que “no es toda la verdad del asunto.” Él trata de complementar la doctrina tradicional, no reemplazarla (Frame, Cornelius Van Til, 67). Todavía parece un poco presuntuoso afirmar que descubrió lo que diecinueve siglos de teólogos, credos y consejos habían fallado en ver. La cuestión no es si Van Til afirma la fórmula ortodoxa de que Dios es uno en esencia y tres en personas (con una diferencia clara entre persona y esencia). La controversia es que él también afirma que Dios es tres personas y, sin embargo, también sólo una persona (sin ofrecer una diferencia entre persona y personas).

Sus defensores afirman que Clark y Robbins no responden al argumento de Van Til. “Él es un ‘ser,’ no tres; los tres participant de una ‘escencia.’ Ahora se plantea la cuestión: ¿es ésta personal o impersonal?” Van Til creía que la formulación histórica hacía que del Padre, del Hijo y del Espíritu individuos, pero la esencia divina, Dios, sólo pudiera considerarse una abstracción. Este modelo sólo podría ser inadecuado, porque Dios no es una abstracción (ibid., 68).

Sin embargo, el argumento ofrecido es un falso dilema. Dios no es ya sea personal (en un sentido singular) o impersonal. Él es tripersonal. Por lo tanto, no es necesario concluir que la esencia de Dios es impersonal porque hay tres personas en ella. Ser tripersonal es ser personal. Frame hace la pregunta apropiada: “¿Cómo, entonces, relacionamos la ‘persona’ con las ‘tres personas’? Van Til afirma que ‘este es un misterio que está más allá de nuestra comprensión.’” Van Til no dice que las dos aserciones son contradictorias, pero no parece dejar ninguna opción a la contradicción.

El corazón de la defensa de Frame es que algo puede ser tanto A como no-A si las dos A tienen diferentes sentidos. “El lenguaje tradicional, ‘uno en esencia, tres en persona’ (que, una vez más, Van Til no rechaza), pone de manifiesto más claramente, por supuesto, que la unidad y triunidad son diferentes. Pero la formulación ‘una persona y tres personas’ no niega esa diferencia al respeto” (ibid., 69).

Esto lleva al último punto conectado de Frame. Obviamente, hay una diferencia entre el sentido de la persona como aplicado a la unidad de Dios y el sentido de las personas como se aplica a los tres miembros de la Trinidad. Por un lado, el Padre es el engendrador, el Hijo es engendrado, y el Espíritu es el que procede tanto del Padre como del Hijo. La Trinidad como unidad no es ninguna de esas tres funciones.

Ni Van Til ni yo pretendemos ser capaces de afirmar, con precisión y exhaustividad, las diferencias entre la esencia de Dios y las personas individuales de la Trinidad. Sin duda, los críticos clarkantinos de Van Til encontrarán esto una admisión perjudicial, porque insisten en que todas las declaraciones teológicas sean perfectamente precisas. No importa que las Escrituras a menudo no sean precisas sobre los misterios de la fe. Pero la tradición creedical tampoco da un relato “preciso” de las relaciones entre la “esencia” de Dios y sus “personas” (ibid., 71).

Frame en este punto argumenta, en relación con las confesiones, que resuelven la concepción bíblica de la Trinidad, que “ousia e hipóstasis pueden ser intercambiables. Pueden significar una sustancia y tres sustancias.”

Mientras Van Til está dispuesto a admitir que realmente no puede especificar ninguna diferencia de significado entre los dos usos del término persona, sin embargo, critica las visiones no-cristianas por sus contradicciones. Dice que una visión “no conducirá a un mayor conocimiento, sino sólo al escepticismo sobre la posibilidad misma de la verdad” (ibid., 77). Eso mismo se podría decir de la visión de Van Til.

Van Til no pasa por alto el hecho de que no ha proporcionado una verdadera diferencia en la definición del término persona como usada de “una persona” y “tres personas.” Admite que “no siempre podemos mostrar cómo dos conceptos pueden coexistir lógicamente” (ibid., 71). Pero a menos que se pueda demostrar una diferencia, Van Til no ha evitado la acusación de contradicción. Porque no se puede tener tanto tres como sólo uno del mismo sujeto (persona) al mismo tiempo.

Van Til niega “que podemos demostrar a los hombres que no estamos afirmando nada que ellos deban considerar irracional, en la medida en que decimos que Dios es uno en esencia y tres en personas.” Pero si no podemos hacer esto, ¿que fundamento tenemos para objetar cuando los incrédulos no pueden hacer lo mismo para su visión? De hecho, todo el método trascendental depende de ser capaz de demostrar que la opinión del incrédulo es reducible a lo lógicamente contradictorio.

Van Til afirma: “No sostengo que los cristianos operan de acuerdo con nuevas leyes del pensamiento, como tampoco tienen ojos o narices nuevos” (Defense of the Faith, 296). No obstante esta afirmación, las “leyes del pensamiento” de Van Til no son realmente las mismas para los creyentes. Sólo hay una identidad formal. No hay punto de contacto real que sea el mismo para Dios y la humanidad. Pero esto lleva al escepticismo acerca de Dios, ya que no hay punto de identidad real entre nuestro conocimiento y el suyo. Es transcendentalmente necesario afirmar un punto de identidad tan lleno de contenido.

Conceder que un argumento trascendental es válido, no se sigue que la forma de Van Til sea válida. Ciertamente, como argumenta Van Til, es necesario postular a un Dios para que haya sentido fuera del mundo. Sin embargo, no ha demostrado que sea necesario postular un Dios Triuno. Esto es cierto si se acepta o no su argumento de que sólo la Trinidad resuelve el problema de uno y muchos. Incluso concediendo en aras de la argumentación que debe haber más de una persona en la Deidad si el mundo va a tener sentido, esto no exige que haya tres personas. Esto simplemente lo creen de la Escritura. Lo mismo sucede con otros aspectos del cristianismo, como el plan de salvación. En ninguna parte Van Til demuestra que esto es una precondición trascendentalmente necesaria para darle sentido a nuestro mundo. Así, hay elementos fideístas en la forma de presuposicionalismo de Van Til. Es interesante notar que incluso los defensores de Van Til admiten: “Creo que gran parte del presuposicionalismo de Van Til debe entenderse como un recurso al corazón más que como un método apologético franco” (Frame, Cornelius Van Til, 320).

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Título Original: "Van Til, Cornelius," extraído y traducido de The Big Book of Christian Apologetics de Norman L. Geisler


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