La Apologética Clásica es así llamada porque fue el método practicado por los primeros pensadores que estudiaron y practicaron la aplicación de la razón en la defensa del Cristianismo. Los apologistas pioneros incluyen a Agustín, Anselmo, y a Tomás de Aquino. Las raíces de la apologética clásica se encuentran en algunos apologistas del segundo y tercer siglo también. Los apologistas clásicos modernos son representados por William Paley, John Locke, C. S. Lewis, B. B. Warfield, John Gerstner, R. C. Sproul, William Lane Craig, J. P. Moreland, y Norman L. Geisler. La Apologética Clásica enfatiza los argumentos racionales para la existencia de Dios y la evidencia histórica que apoya la verdad del Cristianismo. El énfasis es puesto en los milagros como una confirmación de las pretensiones de Cristo, y los profetas y apóstoles bíblicos. Contrastes con la Apologética Presuposicional y Evidencial. La Apologética Clásica difiere de varias formas de Apologética Presuposicional en su manejo de las pruebas de la existencia de Dios y en su uso de la evidencia histórica. La Apologética Clásica difiere de la Apologética Evidencial sobre si existe una necesidad lógica anterior para establecer la existencia de Dios antes de argumentar para la verdad del Cristianismo (por ejemplo, la deidad de Cristo y la inspiración de la Biblia). La Apologética Cristiana es caracterizada por dos pasos básicos. El primer paso es establecer argumentos teístas válidos para la verdad del teísmo aparte de (pero con apelación a) la revelación especial en la Escritura. El segundo paso es compilar evidencia histórica para establecer tales verdades básicas del Cristianismo como la deidad de Cristo y la inspiración de la Biblia. El uso de la resurrección de Cristo a veces juega un rol importante en este segundo paso. La Validez de las Pruebas Teístas. Los apologistas clásicos aceptan, y los presuposicionales rechazan, la validez de las pruebas teístas para Dios. Algunos presuposicionalistas reemplazan las pruebas tradicionales con los argumentos trascendentales para su Dios. No todos los apologistas clásicos aceptan todas las pruebas tradicionales para Dios. Por ejemplo, muchos rechazan la validez del argumento ontológico. Pero muchos aceptan alguna forma del argumento cosmológico y del argumento teleológico. Muchos también creen que el argumento moral es válido. Los apologistas presuposicionalistas rechazan la validez de las pruebas teístas para Dios. Muchos de ellos aceptan la validez de de mucho lo que David Hume e Immanuel Kant dijeron en sus críticas de la argumentación teísta. Algunos, como Gordon H. Clark, hacen esto en base al escepticismo empírico. Cornelius Van Til y otros hacen esto porque creen que los hechos no tienen significado a parte de la cosmovisión trinitaria presupuesta. Cualesquiera que sean las bases, todos los verdaderos presuposicionalistas se unen con los ateos y los agnósticos en rechazan la validez de las pruebas teístas tradicionales para Dios. La Evidencia Histórica y el Teísmo. Una táctica apologética es mostrar la confiabilidad histórica del Nuevo Testamentos y argumentar desde la credibilidad del testimonio del Nuevo Testamento que Jesús pretendió ser, y milagrosamente probado ser, el Hijo de Dios. De esto, la propia voz de Jesús es agregada a la evidencia histórica de que el Antiguo Testamento es la Palabra de Dios. Su promesa del ministerio del Espíritu Santo hace lo mismo para el Nuevo Testamento. Algunos apologistas clásicos empiezan su segundo paso mostrando que la Biblia reclamó ser, y es sobrenaturalmente probada ser, la Palabra de Dios. Para hacer esto, a veces usan las mismas evidencias básicas como las usan por apologistas evidenciales. Esto incluye milagros, profecía cumplida, la unidad de la Biblia, y otras indicaciones de su origen sobrenatural. La diferencia entre los apologistas evidencialistas y los clásicos en este punto es que los últimos ven la necesidad de primero establecer un universo teísta con el fin de establecer la posibilidad de los milagros. Los evidencialistas no ven al teísmo como una precondición lógica necesaria de la apologética histórica. El argumento básico del apologista clásico es que no tiene sentido hablas acerca de la resurrección como un acto de Dios a menos que como paso lógico es establecer que existe un Dios que puede actuar. Igualmente, la Biblia no puede ser la Palabra de Dios a menos que exista un Dios que puede hablar. Y Cristo no puede mostrarse ser el Hijo de Dios excepto que la premisa lógica anterior sea que existe un Dios que puede tener un Hijo. Mientras algunos evidencialistas usan pruebas teístas, no creen que es lógicamente necesario hacer esto. Ellos creen esto simplemente que esto es un enfoque alternativo. Las obras de John Warwick Montgomery y Gary Habermas entran en esta categoría. En este punto existe una similitud entre los apologistas clásicos y presuposicionales. Ambos creen que no se puede argumentar legítimamente de los datos históricos a menos que se empiece con una premisa anterior de que un Dios teísta existe. Ellos difieren acerca de cómo establecer esta premisa anterior. Los presuposicionalistas declaran que cada cosmovisión actúa como una red presuposicional para filtrar hechos entrantes e intenta hacerlos encajar con las ideas individuales de cómo funciona el mundo. Pero subyacente a este proceso está la supresión del conocimiendo de la verdad como está expresado en Romanos 1 y como el dictamen de Agustín que todo ser humano está "haciendo negocios" con Dios. El apologista es dependiente del trabajo del Espíritu Santo de mostrar las fallas de las cosmovisiones mantenidas y para ejercitar el conocimiento innato. Los apologistas clásicos insisten que el apologista toma un rol más activo en la asociación con el Espíritu Santo para razonar mediante la verdad acerca de Dios y hasta que sea establecido y admitido en el corazón del incrédulo. Objeciones a la Apologética Clásica. Otras visiones cristianas hacen varias objeciones importantes a la Apologética Clásica Algunas de estas vienen de evidencialistas y otras de presuposicionalistas o fideístas, quienes rechazan la validez de los argumentos teístas tradicionales. Invalidez de las Pruebas Tradicionales. Tanto los fideístas como los presuposicionalistas estrictos rechazan todos los argumentos clásicos para la existencia de Dios. Invalidez de los Argumentos Históricos. Los fideístas y presuposicionalistas contenden que ninguna apelación a cualquier tipo de evidencia, incluyendo la evidencia histporica, es válida, ya que los mismos datos es interpretada diferentemente bajo perspectivas de cosmovisiones variantes. No existen simples hechos. Todos los hechos son interpretados, y la interpretación se deriva de la cosmovisión propia. Si el cuerpo muerto de Jesús puede concederse que puede regresar a la vida, incluso esa información puede entenderse diferentemente por diferentes cosmovisiones. Un teísta cristiano ve el evento como una resurrección sobrenatural que confirma la pretensión de Cristo de ser el Hijo de Dios. Pero los panteístas ven esto simplemente como una manifestación del Ser Uno, de lo cual todos somos parte. Esto revela que Cristo era un guru, no Dios el Creador revelado en carne humana. El ateo o naturalista ve el evento como un mito o a lo más, una anomalía que tiene una explicación puramente natural. En respuesta a esta objeción, muchos apologistas clásicos, está de acuerdo con el punto básico hecho por los presuposicionalistas pero nota que esto no afecta el enfoque, ya que los apologistas clásicos creen que es lógicamente necesario establecer el teísmo primero como el contexto de cosmovisión en la cual los hechos de la historia pueden ser entendido propiamente. Los apologistas clásicos y presuposicionalistas desacuerdan en dos maneras. Primero, los apologistas clásicos contenden que pueden establecer el teísmo mediante los argumentos racionales tradicionales, y los presuposicionalistas no. Segundo, los apologistas clásicos argumentan que es sólo lógicamente necesaria establecer el teísmo antes que se pueda entender propiamente la evidencia histórica. Muchos presuposicionalistas, siguiendo a Van Til, insisten que se debe presuponer un Dios Trino que se ha rebelado a sí mismo en la Escritura como una presuposición necesaria para alguna evidencia histórica en apoyo del Cristianismo. Pero esto, para el apologista clásico, es simplemente argumentar en círculos. La Validez de Argumentos Trascendentales. No todos los presuposicionalistas descartan todos los argumentos en favor del Cristianismo. Algunos usan un argumento trascendental (por ejemplo, Greg Bahnsen). Ellos insisten que la única manera válida para argumentar para la verdad del Cristianismo es mostrar que es trascendentalmente necesario posicionar la verdad básica del Cristianismo como una condición para dar algún sentido a nuestro mundo. Sobre no otra presuposición se puede asumir que existe algún significado en la historia o la ciencia o incluso para la comunicación. Los apologistas clásicos acuerdan que esto es verdadero tan lejos como que el teísmo es necesario para ver la vida como significativa y coherente. En un sistema cerrado, no existe significado definitivo, ningún valor definitivo, y ningún "milagro" sucede que no pueda contarse por un fenómeno naturalista (por ejemplo, Juan 3:1–2; Hechos 2:22; Heb. 2:3-4). Pero esto no es necesario presuponer que Dios es trino, tiene un Hijo encarnado como Jesús de Nazaret, y que se ha revelado a sí mismo en los sesenta-y-seis libros inspirados de la Escritura. Se puede dar sentido del mundo asumiendo menos que la verdad total del Cristianismo. Existen otras diferencias. Es suficiente notar aquí que tienen que ver con el rol de la fe y la razón, especialmente el uso de la lógica o la razón para demostrar la existencia de Dios, los cuales los apologistas clásicos usan y los presuposicionalistas rechazan. Fuentes Anselm, Basic Writings: Monologion. ———, Basic Writings: Prologion. T. Aquinas, Summa contra Gentiles. ———, Summa Theologica. R. Bush, Classical Readings in Christian Apologetics. W. Corduan, A Reasonable Faith. W. L. Craig, Apologetics. A. Dulles, A History of Apologetics. N. L. Geisler, Christian Apologetics. N. L. Geisler and R. M. Brooks, When Skeptics Ask. J. Gerstner, Reasons for Faith. S. Hackett, The Reconstruction of the Christian Revelation Claim. C. S. Lewis, Mere Christianity. J. Locke, The Reasonableness of Christianity. J. P. Moreland, Scaling the Secular City. W. Paley, Natural Theology. R. C. Sproul, Reason to Believe
(artículo “Classical Apologetics,” extraído de The Big Book of Christian Apologetics: An A to Z Guide, de Norman L. Geisler