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Alex McFarland

¿Qué dice al respecto de los famosos libros perdidos de la Biblia?


La pregunta se relaciona con el tema del canon. Cuando alguien habla del “canon de la Escritura”, están hablando de la colección de 66 libros organizados que conocemos como la Santa Biblia. La palabra “canon” significa “vara medidora”. Los cristianos creen que la Biblia es la vara medidora que Dios le ha dado a la humanidad para evaluar lo que es verdadero y lo que es falso, lo correcto y lo equivocado. Así como una regla le ayuda al carpintero a serrar la tabla en la longitud correcta, nuestro instrumento especial de medición, el canon, nos ayuda a “poner las cosas en orden” de acuerdo con lo que Dios desea para nosotros. Pero, ¿cómo se compiló el volumen de la Escritura? ¿Por qué los antiguos libros religiosos de esa época no entraron en ella? Por una variedad de razones, los cristianos aceptan que Dios determine el canon (a través de sus profetas). Con el tiempo, el pueblo de Dios descubrió cuáles de esos libros eran proféticos (y, por lo tanto, canónicos). El erudito J. I. Packer, quien ha servido en las facultades de escuelas importantes tales como la Universidad de Oxford, observa: “La Iglesia nada más ‘nos dio’ el canon como sir Isaac Newton ‘nos dio’ la fuerza de la gravedad. Dios nos dio la gravedad por la obra de su creación y, de manera similar, Él nos dio el canon del Nuevo Testamento inspirando los libros originales que lo componen”. Durante el tiempo de Jesús, las Escrituras judías que componen el Antiguo Testamento habían sido coleccionadas y reorganizadas desde mucho tiempo atrás. El último libro del Antiguo Testamento (Malaquías) fue completado 400 años antes del nacimiento de Cristo.

Aproximadamente 250 años antes del nacimiento de Cristo, la Septuaginta (una traducción de las Escrituras judías del hebreo al griego) fue traducida. Claramente, los libros ordenados por Dios que comprenden el canon del Antiguo Testamento son incontestables, habiendo sido reconocidos incluso siglos antes del nacimiento de Jesús. Para el tiempo de la Iglesia antigua, los escritos inspirados que finalmente compondrían el Nuevo Testamento, comenzaron a alcanzar circulación. Durante este tiempo, también había escritos en circulación que los cristianos reconocían que no eran de Dios y estos fueron rechazados para canonización. Los libros de las épocas del Antiguo y el Nuevo Testamento que no fueron reconocidos como pertenecientes a la colección de Escrituras ordenadas por Dios, llegaron a ser conocidos como escritos “apócrifos” (que significa “escondidos”). Orígenes (quien vivió de 185-254 d.C.) puedo haber sido el primer erudito que utilizó la palabra “apócrifo” para alertar a los cristianos con respecto del valor cuestionable de estos escritos no inspirados. Dependiendo de la manera en que uno divide los capítulos/ secciones, existe una docena de libros apócrifos que datan desde la época del Antiguo Testamento y aproximadamente 15 de la época del Nuevo Testamento. La pregunta viene a ser: “¿Por qué los libros apócrifos deben ser rechazados como inspirados (y, por lo tanto, no parte del canon bíblico)?”. A continuación las razones: A diferencia de los libros bíblicos, ningún escrito apócrifo afirma haber sido escrito por un profeta (en el caso de los libros de la época del Antiguo Testamento) o por uno de los apóstoles cristianos (respecto a los escritos de la época del Nuevo Testamento). Además, las citas del Nuevo Testamento son citas de los libros del Antiguo Testamento, pero nunca citas de los escritos apócrifos, con excepción de un caso, Judas 1:9, el cual no contradice al Antiguo Testamento. También, Jesús y los apóstoles nunca citaron ninguno de los libros apócrifos. Pocos líderes de la Iglesia antigua hicieron referencia alguna vez a los libros apócrifos de la misma manera en que se referían a la Escritura canónica. Entre los líderes de la Iglesia antigua que no consideraron los apócrifos como Escritura canónica, se encuentran Atanasio, Cirilo de Jerusalén, Orígenes y Jerónimo (un erudito bíblico del siglo IV ). En el siglo II d. C., los primeros ejemplares de la Peshita (la Biblia siríaca) no contenían ninguno de los escritos apócrifos. Cuando fueron descubiertos los Manuscritos del Mar Muerto (una colección de más de 900 textos antiguos) en un lugar llamado Qumrán a mediados de la década de 1940, en ellos había comentarios de todos los libros del Antiguo Testamento. En el alijo de manuscritos se encontraban fragmentos de los escritos judíos apócrifos. Sin embargo, aunque había comentarios que acompañaban a todos los libros del Antiguo Testamento, no había comentarios escritos acerca de los libros apócrifos antiguos, lo cual llevó a muchos a concluir que los Esenios (eruditos antiguos de la zona) vieron que los escritos apócrifos no se encontraban en el mismo plano que la Escritura. Uno de los eruditos más respetados de los Manuscritos del Mar Muerto, Millar Burrows, dijo acerca de estos escritos apócrifos: “No hay ninguna razón para pensar que cualquiera de estas obras fue venerada como Escritura sagrada”. Al considerar preguntas acerca de los escritos apócrifos (y acerca del canon en general), los comentarios y los escritos de líderes importantes de la antigua época del cristianismo, son dignos de mención. Filón (quien vivió del año 20 a.C. al 40 d.C.) fue un maestro judío de Egipto. Él citó el Antiguo Testamento prolíficamente, citando virtualmente todos los libros canónicos. Sin embargo, él no citó ni una vez los libros apócrifos como libros inspirados. Josefo (un historiador judío que vivió de año 30 al 100 d.C.) se refiere a los mismos 39 libros que conocemos como el Nuevo Testamento. A través de demostrar una familiaridad con ellos, él nunca cita ninguno de los libros apócrifos como Escritura. La Confesión de Fe de Westminster (escrita en 1647) afirma: Los libros comúnmente llamados Apócrifos, por no ser de inspiración divina, no forman parte del Canon de las Santas Escrituras, y por lo tanto no son de autoridad para la Iglesia de Dios, ni deben aceptarse ni usarse sino de la misma manera que otros escritos humanos. En resumen, podemos confiar en que el canon de la Escritura está completo. Con respecto al Nuevo Testamento, Jesús se refirió al término del canon por la autoridad que les dio a los apóstoles, los cuales murieron todos antes del final del primer siglo (ver Juan 14:26; 15:27; 1 Corintios 2:13). J. I. Paker, God Speaks to Man [Dios le habla al hombre] (Louisville, KY: Westminster Press, 1965), p. 81. Millar Burrows, Más luz sobre los rollos del Mar Muerto (Nueva York: Viking Press, 1958), p. 178. Alex McFarland

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