RESPONDIENDO ALGUNAS OBJECIONES A LA INERRANCIA Algunas objeciones se han levantado contra la doctrina de la inerrancia; las más importantes se tratan aquí. La Objeción de Que la Inerrancia No Es Enseñada en la Biblia... Algunos críticos argumentan que la inerrancia no es enseñada en la Escritura. Hay dos partes para esta alegación. Primero, algunos señalan que el término “inerrancia” no aparece en alguna parte en la Biblia. Pero esta objeción pierde el objetivo: El término “Trinidad” no aparece en algún lugar en la Biblia, tampoco “expiación sustitutoria.” Sin embargo, estas doctrinas no deben ser rechazadas por la falta de redacción exacta; no es una cuestión de si el término inerrancia es usado sino de si la verdad de la inerrancia es enseñada. ¡Incluso la palabra “Biblia” no aparece en la Biblia! Segundo, esto implica que ya que la doctrina de la inerrancia no es explicitamente enseñada entonces no es enseñada en lo absoluto. Se puede admitir que la inerrancia no es enseñada formal y explicitamente en la Biblia; sin embargo, esto no es decir que la inerrancia no es enseñada lógica e implícitamente. La Trinidad no es enseñada explicitamente tampoco, pero es la deducción lógica necesaria de lo que se enseña, a saber: 1.Existe un solo Dios. 2.Existen tres personas distintas (Padre, Hijo, y Espíritu Santo) que son Dios. De estas premisas se sigue necesariamente que 3. Existen tres personas en este un Dios. De la misma manera, como se muestra, la inerrancia sigue lógicamente de dos premisas que son claramente enseñadas en la Escritura, a saber: 1.Dios no puede errar. 2.La Biblia es la Palabra de Dios. 3.Por lo tanto, la Biblia no puede errar. Así, como la Trinidad, la inerrancia es enseñada implícita y lógicamente, sino formal y explicitamente. La Objeción De Que La Inerrancia Es una Invención Tardía Los críticos de la inerrancia afirman que esta es una invención tardía del siglo XIX que los teólogos del antiguo Princeton (como Charles Hodge y B. B. Warfield) utilizaron para propósitos apologéticos para luchar contra un creciente liberalismo en la iglesia ortodoxa (ver Rogers, AIB). Como una inspección de la historia de la doctrina de la Escritura ha demostrado, esta acusación es sin fundamento. De hecho, la infalibilidad e inerrancia de la Escritura han sido virtualmente la enseñanza unánime de todos los grandes Padres de la iglesia cristiana a través de los siglos hasta los tiempos modernos. Algunos ejemplos cruciales mucho antes de la época de Warfield ilustrarán el punto. Agustín (354–430) En La Ciudad de Dios (The City of God) Agustín usó tales expresiones como “Sagrada Escritura” (9.5), “las palabras de Dios” (10.1), “Escritura Infalible” (11.6), “revelación divina” (13.2), y “Santa Escritura” (15.8). En otro lugar se refirió a la Biblia como los “oráculos de Dios,” “palabra de Dios,” “oráculos divinos,” y “Escritura divina.” Con su amplia influencia a lo largo de los siglos, este testimonio ha sido excepcional con respecto a la alta consideración que se da a las Escrituras en la iglesia. Hablando de los escritores de los evangelios, Agustín dijo, Cuando escriben que Él ha enseñado y dicho, no se debe asegurar que Él no lo escribió, ya que los miembros sólo pusieron lo que habían llegado a conocer en el dictado [dictis] de la Cabeza. [Por lo tanto,] todo lo que Él quería que nosotros leyeramos acerca de Sus palabras y hechos, Él ordenó a Sus discípulos, Sus manos, para escribir. Por lo tanto, no se puede sino recibir lo que lee en los Evangelios, aunque escrito por los discípulos, como si estuviera escrito por la misma mano del Señor mismo. (HG, 1.35.54.) Agustín agregó, “He aprendido a ofrendar este respeto y honor sólo a los libros canónicos de la Escritura: hasta el punto de creer con absoluta certidumbre que ninguno de sus autores se equivocó al escribir” (L, 82.1.3). Tomás de Aquino (1225–1274) Acordando con Agustín, Aquino confesó de la Santa Escritura, “Creo firmemente que ninguno de sus autores erró en la composición de estos” (ST, 1a.1, 8). En este mismo pasaje Aquino se refiere a la Escritura como “verdad inquebrantable.” Continuó, “Que Dios es el autor de la sagrada Escritura debe ser reconocido.” De nuevo, “El autor de la sagrada Escritura es Dios” (ibid., 1a.1, 10). Dios habló a través de los profetas: “La profecía implica una cierta visión de alguna verdad sobrenatural más allá de nuestro alcance” (ibid., 2a2ae. 174, 5). Por lo tanto, “un verdadero profeta es siempre inspirado por el espíritu de verdad” (ibid., 2a2ae. 172, 6, ad 2); en consecuencia, su mensaje es perfecto. Esto es possible debido a la perfección de la Causa principal o primaria (Dios) trabajando en la causa secundaria imperfecta. En su comentario sobre Job, Aquino declaró, “Es herético decir que cualquier falsedad esta contenida ya sea en los evangelios o en alguna Escritura canónica” (CBJ, 13, 1). En otro lugar insistió que “un verdadero profeta es siempre inspirado por el espíritu de verdad en el que no existe trazo de falsedad, y por lo tanto nunca emite falsedades” (ST, 2a2ae. 172, 6, ad 2). Agregó, “Nada falso puede subyacer en el sentido literal de la Escritura” (ibid., 1a.1, 10, ad 3). Consecuentemente, “la verdad de las proclamaciones proféticas debe ser la misma que la del conocimiento divino. Y la falsedad… no puede entrar en la profecía” (ibid., 1a. 14, 3). Juan Calvino (1509–1564) Juan Calvino también afirmó la inerrancia, declarando, “Porque nuestra sabiduría debe consistir en abrazar con mansa docilidad, y sin excepciones, todo lo que se entrega en las sagradas Escrituras” (ICR, 1.18.4). La Escritura es “la certera e inerrante regla” (CC, Sal. 5:11). Calvino aseguró, Porque si reflexionamos sobre la inclinación de la mente humana a caer en el olvido de Dios, sobre cuan dispuestos a cada tipo de error, sobre como de vez en cuando inventor nuevas y ficticias religiones, será fácil comprender cuan necesario fue hacer tal depositario de la doctrina que lo aseguraría de perecer por la negligencia, desapareciendo en medio de los errores, o siendo corrompido por la presunta audacia de los hombres. (ICR, 1.6.3.) Mientras su mente tenga dudas acerca de la certeza de la palabra de Dios, su autoridad será débil y dudosa, o más bien no tendrá autoridad alguna. [Además,] no es suficiente creer que Dios es verdadero, y que no puede mentir o engañar, a menos que se sienta firmemente persuadido de que toda palabra que procede de Él es una verdad sagrada e inviolable (ibid., 3.2.6). Martín Lutero (1483–1546) Como podemos ver, Martín Lutero fue más enfático sobre la inerrancia de la Escritura, insistiendo, Cuando blasfemamente se le da una mentira a Dios en una sola palabra, o se dice que es un asunto menor si Dios es blasfemado o llamado un mentiroso, se blasfema al Dios entero y hace luz de toda blasfemia. (WL, 37:26.) Agregó, Así que el Espíritu Santo ha tenido que soportar la culpa de no poder hablar correctamente, pero que, como un borracho o un tonto, desordena todo y usa palabras y frases extrañas. [En consecuencia] no puede ser de otra manera, porque el Espíritu Santo es sabio y también hace sabios a los profetas. Pero porque quien no oye bien o no entiende el idioma puede pensar que habla mal o entiende apenas la mitad de las palabras. (Reu, LS, 44, cursiva original.) Lutero llegó a decir que la inerrancia es un asunto de todo-o-nada: Y cualquiera que sea tan atrevido que se atreva a acusar a Dios de fraude y engaño en una sola palabra y que lo haga una y otra vez voluntariamente después de haber sido advertido e instruido una o dos veces, también se aventurará a acusar a Dios de fraude y engaño en todas Sus palabras. [Por lo tanto,] es verdad absolutamente y sin excepción, que todo es creído o nada es creído. El Espíritu Santo no sufre de ser separado o dividido para enseñar y hacer creer que una doctrina es correcta y otra es falsa (ibid., 33, cursiva original). La afirmación clara, enfática y repetida de la inerrancia de la Sagrada Escritura por los grandes Padres y Reformadores refuta la acusación de que la inerrancia es una creación tardía del siglo XIX; esta acusación es totalmente sin fundamento (ver Woodbridge, RMP). La Objeción se Que la Inerrancia Está Basada sobre los Originales No-Existentes Algunos objetan a la inerrancia porque afirma que sólo el texto original es inerrante (habiéndo admitido errores en las copias), y los originales no existen. Por lo tanto, toda la doctrina de la inerrancia provee una autoridad inexistente; supuestamente, esto no es diferente de no tener ninguna Biblia en absoluto. Esta acusación es infundada. En primer lugar, no es cierto que no poseamos el texto original. Lo poseemos en copias bien conservadas; son los manuscritos originales que no tenemos. Tenemos una copia exacta del texto original representado en estos manuscritos (ver Geisler y Nix, GIB, cap. 11); los casi 5,700 manuscritos del Nuevo Testamento que poseemos contienen todo o casi todo el texto original, y podemos reconstruir el texto original con una precisión del 99 por ciento. Además, existe una diferencia entre el texto y la verdad del texto. Mientras que el texto exacto del original se puede reconstruir solamente con el 99 por ciento de exactitud, sin embargo, el 100 por ciento de la verdad viene a través. Por ejemplo, si recibió la notificación de que “U#TED HA GANADO 10 MILLONES DE DÓLARES,” no tendría ningún problema para entender el 100 por ciento del mensaje, aunque el texto es casi 3 por ciento de error (1 de 32 letras). Para ilustrar, si la Constitución original fuera destruida, no perderíamos la autoridad constitucional para nuestro país, aunque todo lo que tengamos fueran copias con defectos en estas. El original podía ser reconstruido con suficiente certeza para asegurar la continuidad de nuestra república constitucional. Lo mismo ocurre con la Biblia en nuestras manos. A pesar de que se basa en copias, son copias exactas que nos transmiten el 100 por ciento de todas las verdades esenciales del original. En resumen, la Biblia en nuestras manos es la infalible e inerrante Palabra de Dios en la medida en que ha sido copiada con precisión. Y ha sido copiado con tanta precisión que nos asegura que nada en el mensaje esencial se ha perdido (ver Geisler y Nix, GIB, caps. 22 y 26). La Objeción de Que la Inerrancia Es Innecesaria Las respuestas a las objeciones anteriores llevan a otra: si las copias erróneas del texto original son suficientes, entonces ¿por qué Dios tiene que inspirar originales sin errores? Si un disco rasguñado puede transmitir la música de su maestro, entonces una Biblia errante puede transmitirnos la verdad del Maestro. La respuesta a esto es simple. La razón por la cual el texto original no puede equivocarse es que fue exhalado por Dios, y Dios no puede errar. Las copias, si bien han demostrado haber sido preservadas providencialmente de un error sustancial, no son exhaladas por Dios. Por lo tanto, puede haber errores en las copias. Una demostración, todos los seres humanos son copias imperfectas de Adán, que fue creado directamente por Dios. Sin embargo, una copia tan imperfecta como podemos ser, todavía somos 100% humanos. Adán no era más humano que nosotros, pero existe una diferencia significativa entre Adán cuando Él vino fresco de la mano del Creador, con absolutamente ninguna imperfección, y las copias imperfectas del Adán original que somos. No podemos concebir que la exhalación de Dios sea un texto original imperfecto más de lo que podemos de Su exhalación del aliento de vida en un Adán imperfecto. Lo que viene directamente de la mano (o boca) del Creador debe ser perfecto, y sólo copias posteriores de esta pueden ser imperfectas. Reclamar errores en el Adán original o la Biblia es alegar que hay defectos en la misma naturaleza de Dios. La Objeción de Que la Inerrancia Es una Visión Infalseable Algunos críticos insisten en que los inerrantistas han colocado la barra tan alta para que alguien pueda probar algún error en la Biblia que han hecho que la opinión sea infalsificable; que los estándares para la desaprobación son tan altos que no hay manera de refutarla. En respuesta a esta acusación, debemos señalar varias cosas. Primero, el principio de falseabilidad puede ser desafiado. ¿El principio mismo es falsable? Si no, entonces es autodestructivo. Segundo, incluso aquellos que sostienen el principio a menudo distinguen entre lo que es falsificable en principio y lo que es falsificable en hecho (ver Flew, “M” en Edwards, EP). Por ejemplo, la declaración de que “no existe vida inteligente en el espacio exterior” es falsificable en principio, o lo sería, si pudiéramos examinar cada rincón del cosmos. Pero puesto que esto no es actualmente posible, esta declaración no es falsificable en hecho. Tercero, la doctrina de la inerrancia es falsificable en hecho. Todo lo que se necesita es: encontrar un error actual en una copia existente pero precisa de la Escritura; encontrar un manuscrito original con un error en este. Incidentalmente, ya que manuscritos más tempranos (de otras obras) que los originales (de la Escritura) ya se han encontrado, no está más allá de la posibilidad de encontrar un original. Cuarto, existe una manera aún más decisiva de falsificar el cristianismo evangélico: encontrar el cuerpo de Jesús. Si esto pudiera hacerse, según la Biblia misma, estaríamos todavía en nuestros pecados y nuestra fe sería vana (1 Corintios 15: 14-18). La verdad es que no es la visión evangélica del cristianismo lo que es infalsificable, sino la visión no-evangélica, pues según los no-evangélicos, encontrar el cadáver de Jesús en la tumba o incluso un manuscrito original con un error no estaría en contra su fe, ya que no creen ni en la Resurrección de Cristo ni en la inerrancia de la Escritura. Si no se cree nada, entonces nada en su fe puede ser refutado. [Capítulo 27 de Systematic Theology, Vol. 1 (Introduction and Bible) por Norman L. Geisler]