Y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres. JUAN 8:32 Pido a Dios que el compañerismo que brota de tu fe sea eficaz para la causa de Cristo mediante el reconocimiento de todo lo bueno que compartimos. FILEMÓN 1:6
Imagínese esta escena: sus amigos de la iglesia y usted se encuentran alrededor de una mesa, teniendo un estudio bíblico matutino en el café local. No están siendo ruidosos o fastidiosos, no están abordando a las personas de las otras mesas, preguntándoles si asisten a la iglesia o no; no les están diciendo a las personas que irán al infierno si no piensan como ustedes. Solamente se encuentran estudiando discretamente un pasaje de la Escritura, hablando acerca de lo que piensan que significa y de cómo pueden aplicarlo en su vida.
Un hombre sentado cerca, que aparentemente está escuchando su conversación, de pronto comienza a gritar, en un tono no tan amigable: “¡Tonterías! ¡Tonterías!”. Ustedes continúan con su estudio, intentando actuar como si todo estuviera bien, pero el hombre grita a ratos: “¡La religión es basura!”. Ahora, probablemente esté pensando: “Eso no sucede nunca. La gente no actúa así”. La mayor parte del tiempo, usted seguramente tendrá la razón. La gran mayoría de los escépticos religiosos no les gritan a extraños en los cafés. Es mucho más probable que hablen con alguien que conocen en una discusión privada, acerca de un tema de desacuerdo o de duda. Posiblemente desafíen a un conferencista cristiano durante una sesión de preguntas y respuestas. Tal vez le escriban una carta al editor de su periódico local, si un grupo religioso o un miembro de un grupo religioso hace o dice algo que le molesta. Es muy poco probable que provoquen una escena en un lugar público si ven a personas que jamás han visto antes estudiando la Biblia.
Yo me encontraba, sin embargo, en un café de Charlotte, Carolina del Norte, esa mañana, presenciando la escena que acabo de describir. Observé, mientras la atmósfera del bullicioso café se tornaba cada vez más incómoda, no solamente para los hombres del estudio bíblico, sino para todos los clientes y los empleados. Cuando los hombres cristianos comenzaron a estudiar su Biblia, el escéptico empezó a proferir calificativos regularmente detrás de su periódico abierto. Su tono y su seguridad me recordaron a las personas que padecen el síndrome de Tourette, aquellos que sufren de arrebatos y tics incontrolables. Aparentemente, este hombre no podía retener su hostilidad contra la religión, en este caso representada por unos cuantos hombres que leían su Biblia sin molestar a nadie. Es tiempo de que confiese algo. Ninguno de los cristianos que estaban presentes en el café ese día intentó alcanzar al franco escéptico que se encontraba ahí. La verdad es que pudo haber tenido consecuencias lamentables. Sin embargo, si cualquiera de nosotros hubiera podido conversar con ese hombre, sospecho que habría descubierto que él, como la mayoría de escépticos, tenía una razón o posiblemente varias razones para ser hostil contra un grupo de gente religiosa. Ahora, posiblemente este hombre estaba sufriendo de un tipo de trastorno mental o emocional y no tenía completo control de su respuesta hacia el grupo de estudio bíblico. No obstante, su arranque me dejó pensando en la manera en que su respuesta externa mostraba la respuesta interna de muchos escépticos. Ya sea al murmurar detrás de un diario, escribir largos tratados o simplemente albergar dudas y temores internos, los escépticos cuestionan la veracidad de las doctrinas; y mientras que algunos escépticos cuestionan la religión en general, un gran número se enfoca en una específicamente: el cristianismo. A los cristianos puede resultarles tentador simplemente descartar o ignorar a quienes rechazan el evangelio, podemos considerarlos contrarios, necios o totalmente locos. Pero, ¿qué sucedería si nos tomáramos el tiempo (e invirtiéramos la energía y la emoción) para ir por debajo de la superficie y averiguar qué lleva a una persona a mostrarse escéptica ante Dios? ¿Qué sucedería si hiciéramos algunas preguntas, de verdad escucháramos las respuestas, intentáramos comprender las reservas de las personas y entonces les ofreciéramos respuestas sinceras y atentas, en lugar de fórmulas de alivio instantáneo? En estos temas ayudaremos a comprender algunos de los tipos más comunes de escepticismo, como a ver la manera en que puede ministrarles a los escépticos que Dios ponga en su vida. Escépticos siempre ha habido. Algunos son brillantes y sinceros, pero también están equivocados y no están dispuestos a aceptar la verdad una vez que la hallan. Algunos han sido heridos por encuentros anteriores con personas e instituciones religiosas. Algunos tienen un interés egoísta, mientras que otros están generalmente enfadados, como fue aparentemente el caso del hombre del café. Todo cristiano seguramente conoce a unos cuantos escépticos, ya sean colegas, profesores de la universidad o personas negativas con un megáfono en los medios. Libros tales como El espejismo de Dios de Richard Dawkins y Jesús no dijo eso de Bart Ehrman han generado una cobertura informativa del resurgimiento del escepticismo religioso. Existen sitios en línea dedicados solamente a intentar desacreditar la Escritura. Algunos se dirigen especialmente a adolescentes, forzándolos a renunciar a su fe frente a una cámara y a publicar en la Internet la grabación visual de su escepticismo recién encontrado.
Muchas de las preguntas formuladas por escépticos destacados, también se encuentran en la mente de las personas con quienes me encuentro. Habiendo viajado por todas partes alrededor del país durante los últimos 20 años, he llegado a comprender que los escépticos encajan en varias categorías, algunas de las cuales coinciden. He encontrado unos cuantos matices únicos de cada una de las posiciones de diferentes escépticos. Identificar el tipo de escepticismo que está de verdad presente e interactuar con una persona a la luz de ello, puede cambiar dramáticamente la manera en que una persona responda a la fe cristiana.
En estos siguientes articulos examinaremos a profundidad 10 tipos de escépticos. Hablaré de los diferentes tipos de escépticos que he encontrado y en las maneras en que podemos hablarles acerca de nuestra fe. En primer lugar, se encuentra el escéptico culto, quien tiene objeciones intelectuales a la fe y que ha desarrollado un prejuicio contra el cristianismo. Este tipo de escéptico, a menudo se enorgullece de su nivel de educación y puede estar completamente inconsciente de sus propios prejuicios o de los prejuicios de quienes lee. A menudo está atado a los muros que ha erigido o a los malabares que hace para llegar a su conclusión acerca del cristianismo. Examinaremos después al escéptico herido, quien en muchos casos ha abandonado a Dios y a la Iglesia después de una experiencia negativa con ellos. Estas víctimas de la “fe tóxica” a menudo se balancean como un péndulo entre el celo religioso y posiblemente el legalismo, y una aversión a los asuntos espirituales, por causa de un dolor pasado. Existe también el escéptico temeroso, quien puede temer la manera en que la interferencia de Dios podría cambiar su vida. Un escéptico tal puede (equivocadamente) asumir la creencia de que Dios significa cambiar el pensamiento y aceptar ciegamente un mundo de irrealidad. Es posible que tema que Dios le pida hacer algo que se encuentre totalmente fuera de su zona de comodidad. (Vale la pena mencionar que aquellos que siguen en serio a Dios, quienes están completamente entregados a Él, muy probablemente serán llevados a situaciones “fuera de su zona de comodidad”. Sin embargo, Dios tiene propósitos para ello que son finalmente benevolentes y benéficos, lo cual avalan muchos creyentes del pasado y del presente). El escéptico temeroso puede haber visto a cristianos que no fueron el mejor ejemplo de vivir en la fe y temer que pueda convertirse en uno de ellos. Veremos al escéptico orgulloso, quien tiende a ser arrogante y agresivo, y tiene una creencia inquebrantable en su propia destreza intelectual. Con tales personas, las relaciones a largo plazo y las repetidas expresiones del amor cristiano son mucho más efectivas que las pilas de teoría de apologética cristiana o de los reproches. Con el escéptico huérfano estamos lidiando con una persona que, mientras crecía, tuvo un padre ausente, ya sea literalmente o que estaba ausente en términos de una interacción significativa con su hijo. Por qué, preguntan escépticos, debería confiar en un Padre celestial, cuando su experiencia les dice que los padres no son dignos de confianza y que son inalcanzables. No forzosamente debe ser un padre físico. Posiblemente un vecino “fulanito” que los ignoró en su momento de necesidad. En lugar de correr hacia un escenario de abandono potencial, estos escépticos emplean mecanismos de defensa y se protegen. Uno de los escépticos más difíciles de abordar es el escéptico tolerante. Esta persona desea que todas las creencias sean verdaderas y piensa que hablar de religión es simplemente una educada conversación para la cena. Hacer proselitismo con la gente de una religión a otra, es considerado moralmente incorrecto por el escéptico tolerante (la cual, si lo piensa, no es una posición tolerante). El escéptico tolerante ve el mundo desde una postura de: “¿Por qué la gente no puede llevarse bien y ya?”. El escéptico sensual ve a Dios y a la religión, específicamente el cristianismo, como algo que amenaza su libre expresión sexual. Un escéptico sensual cree que si algo lo hace sentir bien, está bien. Para él, cada persona es libre de determinar sus propias normas éticas. Lo correcto está determinado por lo que hace sentir bien a la gente. El escéptico que busca, de verdad desea respuestas, al menos en un punto. Sin embargo, como el rey Agripa, quien le dijo a Pablo: “Un poco más y me convences a hacerme cristiano” (Hechos 26:28), el escéptico que busca, cree que no existe un destino final, sino simplemente un viaje sin fin. El escéptico que busca puede conocer muy bien el evangelio, pero es como aquellos que “siempre están aprendiendo, pero nunca logran conocer la verdad” (2 Timoteo 3:7), ya que no puede ni quiere comprometerse. Examinaremos al escéptico sincretista, cuyo punto de vista, a semejanza del escéptico tolerante, puede ser difícil de guiar. El escéptico sincretista toma la perspectiva de la cafetería en cuanto a la religión y a la espiritualidad. Él prueba un poco de esta religión y un poco de la otra, cualquiera que satisface su apetito o su preocupación del momento. Entre más popular sea la idea, es más probable que se apegue a ella. Después de todo, ¿no es mejor pedir perdón que pedir permiso? Ni siquiera piensa en la manera en que una creencia se contradice con la otra. Veremos finalmente al escéptico sincero, quien es abierto y de verdad desea conocer la verdad. Él no se involucra en batallas de conocimiento o inmediatamente toma la ofensiva cuando escucha algo que derroca a los ídolos falsos de su vida. Él es atraído por la humildad, el entendimiento y la perspectiva amorosa de un cristiano comprometido. Algunos escépticos son interrogadores naturales que realmente buscan respuestas. A menudo plantean interrogantes espirituales que surgen de una curiosidad genuina, esperando que un creyente pueda iluminar un poco su confusión. (“Yo siempre me pregunté cómo puedes creer en todo eso acerca del nacimiento virginal”). En lo que se refiere a asuntos espirituales, algunos escépticos son lo que llamo “pasivamente evasivos”. En lo que respecta a la cuestión de Dios, estas personas aparentan ser ambivalentes. Una persona tal evade la verdad espiritual sin ser ni curioso ni polémico al respecto. Está tibio, ni caliente ni frío en el tema. Muchas veces, estas personas intentan salirse por la tangente con sentido del humor, tal como lo hace el comediante Woody Allen, quien dijo: “No solamente no existe un Dios; intenta llamar a un plomero en fin de semana”. Si conocemos a esta persona y su inclinación filosófica, necesitaremos hacer un esfuerzo extra para iniciar un diálogo espiritual, posiblemente comenzando con un conocido tema de interés. (“Así que estudiaste geología. ¿Qué piensas acerca de los registros fósiles que se relacionan con la vida en la Tierra?”) Algunos escépticos son más agresivos. Una relación establecida no es un prerrequisito para alcanzar a un escéptico agresivo, pero ayuda. Todo lo que un escéptico agresivo necesita es escuchar una conversación ajena acerca de la Biblia y eso lo enciende. (“Los cristianos piensan que lo saben todo. ¿Qué les hace pensar que son mejores que otras religiones?”) El hombre del café encaja en esta descripción. Aunque se está hablando de los escépticos agresivos en los titulares y están escribiendo libros, su tipo de duda no es nada nuevo. Hace más de 100 años, Thomas Edison, inventor de la bombilla, el fonógrafo, la cámara de cine y de muchos otros aparatos útiles, dio su opinión respecto de la religión: “Nunca he visto una mínima prueba científica de las ideas religiosas del cielo y el infierno, del futuro de la vida para las personas o de un Dios personal. En lo que concierne a la religión de nuestros días, es una condenada mentira . . . la religión es inútil”. Los tipos de escepticismo de los que hablaré tienen una cosa en común: las objeciones intelectuales no siempre son la causa subyacente de su incredulidad. En muchos casos, el escepticismo personal está precedido de dolor emocional, algunas veces un dolor emocional muy profundo. A la gente puede resultarle difícil reconocer que su dolor y su rechazo a Dios están relacionados, y es evidente que esta conexión debe ser sondeada con cautela. Los cristianos deben preocuparse por ver el problema que se encuentra detrás de la duda y entonces, ayudarle con delicadeza al escéptico a explorar y resolver ese problema. A menudo, un escéptico ruidoso alberga dolor por causa de una experiencia negativa con una persona religiosa. La mayoría de los ateos con los que he hablado, cuentan historias de los días en que solían estar en la iglesia. Un estudiante universitario que se presentó con orgullo como un “excristiano”, había comenzado a cuestionar a Dios después de que las oraciones por un ser amado que sufría de cáncer no fueron respondidas. Al amar y ministrar a la gente que alberga dolor, la empatía, el discernimiento y un oído presto para escuchar, llevarán la conversación mucho más allá de lo que lo haría una descarga de argumentos apologéticos sobre la existencia de Dios. Un adolescente me dijo recientemente: “Si existe el Dios de la Biblia, yo nunca lo he visto”. Una docena de respuestas apologéticas vinieron a mi mente, pero las dejé en segundo plano. Aunque es importante estar listos con una respuesta para la esperanza que tenemos (ver 1 Pedro 3:15), he llegado a darme cuenta que un impacto efectivo en los escépticos es probablemente alrededor de 80 por ciento de relación y 20 por ciento de evidencia persuasiva. Con simpatía y un espíritu agradable, un cristiano debe intentar conectarse con la persona que Dios ha puesto en su camino. Sugiero lo siguiente para aquellos que buscan en serio hablar con la gente que tiene dudas: encuentre un lugar callado donde ambos puedan abrirse. Hágale preguntas como: “¿Alguna vez te has sentido así o algo sucedió que causo que cambiaras tus creencias?”. Escuche cuidadosamente la posición y la historia de la otra persona, intentando discernir el verdadero obstáculo para la fe. Reformule lo que se ha dicho, de manera que pueda asegurarse de que realmente comprende. No entre en una discusión o intente rebatir instantáneamente todo lo que dice la otra persona. Los psicólogos han observado desde hace mucho que las verdaderas relaciones son recíprocas. Se debe dar y recibir positivamente, lo cual es benéfico en uno o más niveles. La importancia de establecer y alimentar una relación verdadera es vitalmente importante si va a haber lugar para tener un diálogo significativo con un escéptico. Al hablar con un escéptico, recuerde que en una relación auténtica de cualquier tipo, debe haber tres características: la confianza, la sinceridad y el respeto. Finalmente, recuerde que los cristianos son representantes de Jesucristo. Para bien o para mal, las suposiciones que la gente hace acerca de Dios y del cristianismo están influenciadas por la manera en que actuamos y por las cosas que decimos. Los cristianos deben emplear buenos argumentos, pero nunca deben discutir. Posiblemente acabe de leer y memorizar el último libro de apologética, pero resista la tentación de soltarle una “válvula” de información a su receptor. Intente llevar la conversación hacia el tema de Jesús, tal como el Señor lo hizo cuando habló con la mujer samaritana en Juan 4:1–26. Los asuntos secundarios a menudo se desmoronan cuando la discusión se concentra en Cristo. Incluso si está hablando, ore en silencio para que el Espíritu Santo esté obrando en la situación. En las salas de justicia británicas, el acusado no se sienta en una mesa con su defensa, como posiblemente lo ha visto en las películas que muestran cortes estadounidenses. En cambio, este se sienta en un área acordonada que se llama “el banquillo de los acusados”. C. S. Lewis empleó esa imagen cuando tituló su libro Dios en el banquillo, el cual insinúa que para muchos escépticos, Dios, es decir, si existe, es el acusado. Él es el culpable del crimen. Su Palabra, la Biblia, está considerada como culpable hasta que se pruebe inocente. Algunos de los escépticos más virulentos dicen que han venido de iglesias donde las preguntas y el pensamiento crítico estaban prohibidos. Esto es triste, porque una de las tareas de un cristiano es alabar a Dios a través de la continua alimentación del intelecto (ver Mateo 22:37 y Romanos 12:2). Sin embargo, nuestra meta nunca debe ser ganar discusiones. Simplemente estamos llamados a testificar esperando convencer a los escépticos de considerar los hechos con una mente abierta y de permitirle a la Escritura justificarse a sí misma bajo la interrogativa.
Extraído de: 10 respuestas para los escépticos por Alex McFarland
Editado por: Ruth Hernández